El "tunjo" es un muñeco de oro. Aseguran algunos que estas pequeñas estatuíllas las labraban los indios pljaos. Otros dicen que son trucos de que se vale el diablo para engañar a los avaros y codiciosos y así ganar sus almas. Esta creencia parece ser más aceptada, según los misterios que encierra.
Su presencia la hace en forma de un niñito que llora desconsoladamente. Sí el viajero que lo ve, conoce su leyenda y sale de su camino, espolea su caballo y en veloz carrera huye para librarse de la tentación, es porque no es ambicioso. Sí lo oye llorar, lo ve y pasa de largo sin hacerle caso, el muchachito lo alcanza, se le sube al anca de la bestia para darle tremendo susto, sí desconoce sus trucos y el viajero se compadece del peqeñin que llora, se desmonta, lo recoge, se complace en acariciarlo pensando en el abandono de esa criatura, deja al instante de llorar y le dice a su benefactor: "Papá, mira ya tengo ñentes...". Al hablar le sale una bocanada infernal que impulsa a la persona a tirarlo al suelo y a huir aterrorizado.
Esto es lo que llaman la "prueba". En cambio los avaros, que desean enriquecerse de la noche a la mañana y aspiran a encontrarse un Tunjo, pasan las noches en vela sacando fórmulas de los libros de "magia", o trasegando por las orillas de los ríos y quebradas y hasta dedican la noche del Viernes Santo para acechar el tesoro soñado. Cuando lo hallan, recogen al niñito, impregnan de saliva el dedo pulgar y le hacen la señal de la cruz, a la vez que dicen: "Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". En el mismo instante el muchachito queda convertido en un muñeco de oro. Este rito se conoce comúnmente como "Bautizo del Tunjo". El beneficiado se dirige rápidamente a su casa a guardarlo en un cofre bien seguro, preparado anticipadamente y que tenga dos compartimientos: uno para su vivienda y otro para su alimentación. Al guardarlo debe efectuar un poco de rezos y conjuros.
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